El tiro en la sien

12.11.2016 | 08:35
 
El género policiaco se está poniendo imposible porque el asesino ha de tener en cuenta demasiadas cosas. Hasta hace poco bastaba con no dejar las huellas dactilares, pero ahora debes asegurarte de que no te ha grabado ninguna cámara y de que no has tosido en el lugar de autos. Cuando decimos que no haya ninguna cámara, incluimos la del teléfono móvil del asesino, pues la tentación de grabarse, por lo que vamos viendo, resulta imposible de vencer, igual que la de colgar el vídeo en las redes. En cuanto a la tos, un solo estornudo puede dejar las paredes de un salón-comedor de clase media barnizadas de ADN. Resulta prácticamente imposible, en fin, no dejar rastros de una u otra naturaleza. Los asesinos de ficción lo tienen muy difícil.
Ahora bien, quizá el hecho de que un género literario muera a manos de la realidad constituya en sí un argumento de novela criminal. ¿Pero cómo contarlo? Se me ocurre que a través del suicidio de un autor de éxito cuyas novelas dejan de venderse porque nadie se las cree. ¿Cómo nos vamos a creer, buen hombre, que el asesino, antes de abandonar, la vivienda de la víctima, haga pis en su cuarto de baño? El pis delator, podríamos titularse, pues acabamos de leer que, aunque el criminal tire de la cadena, sobre la porcelana del retrete quedarán restos de su ácido desoxirribonucleico. Habría que limpiarlo con lejía y conteniendo la respiración, pues también el aliento emite sustancias invisibles de uno mismo que podrían quedar pegadas a la tapa del inodoro.
¿Quiere esto decir que los homicidas no pueden mear después del crimen? Entre otras cosas. Si yo fuera un autor de novela policiaca arruinado por el ADN y por las cámaras de vigilancia, intentaría vengarme de la realidad en general. Dedicaría todas mis fuerzas a terminar con ella, con la realidad. El problema es por qué esquina comienza uno la demolición. Por donde yo digo: por uno mismo, con un tiro en la sien y procurando no toser ni ir al baño después de muerto. Viene todo esto a cuento de que un alumno del taller de escritura ha dicho en voz alta que quiere dedicarse a la novela negra y sus compañeros se han reído de él por las razones ya expuestas. ¿Pero quién se atreve a insinuarle lo del tiro en la sien?

Éxito culinario

05.11.2016 | 05:30

Éxito culinario
Vino mi hermano pequeño a comer y me enseñó un truco para cocer patatas que consistía en envolverlas en papel de periódico e introducirlas cinco minutos en el microondas. Me olvidé del asunto, porque no hay día en el que no me den una receta para el microondas, pero ayer tuve gente a comer y me dije: voy a probar. En vez de coger periódicos atrasados, como me recomendó mi hermano, cogí uno del día, con las noticias frescas, y fui envolviendo las patatas una a una. Esta, con las páginas de Economía; esta, con las de Cultura; esta otra, con las de Nacional... El secreto estaba en utilizar varias páginas para una sola patata, porque así se hacían en su jugo. Por una cuestión de carácter (me gusta el humor negro) envolví un par de ellas en las páginas de esquelas. Pensé que era como echar un hueso al cocido.
Mientras el plato del microondas daba vueltas (tal es su forma de pensar), coloqué en la parrilla unos chorizos criollos con un poco de mantequilla que enseguida empezó a crepitar. Entre una cosa y otra, tomaba un sorbo de vino tinto. Cocino bebiendo al objeto de ir perdiendo poco a poco la conciencia de lo que hago. Cuando llevo dos copas, corto un par de ajos en láminas muy finas para hacer un sofrito sobre el que arrojo todo lo que tengo a mano, sean pimientos de bote, puerro, ajetes tiernos o perejil. Sazono el conjunto con especias de toda clase y un chorro de vino. Cosas que no se me ocurriría llevar a cabo en mi sano juicio me parecen normales cuando los vapores del vino llegan a mi encéfalo.
En esto, el microondas dejó de dar vueltas. Saqué las patatas, las desenvolví y observé, perplejo, que la letra impresa del periódico se había transferido a la cáscara de los tubérculos. Era impresionante la fidelidad con la que no solo las palabras, sino las fotografías también, aparecían estampadas sobre la superficie irregular de las papas. Claro que los titulares aparecían al revés, en espejo, lo que añadía más misterio al fenómeno. Primero pensé en pelarlas, pero luego decidí que no, de manera que las partí en rodajas que rocié con el sofrito improvisado. El éxito de las ´patatas a la letra impresa´ fue bárbaro. Reservé para mí, por puro morbo, las patatas que había envuelto en las páginas de esquelas.

Náuseas

02.11.2016 | 05:30

Náuseas
Un conocido mío ha logrado conectar inalámbricamente su taza de retrete a internet y ahora, cada vez que hace pis, recibe en el ordenador un análisis de su orina. Me enteré por casualidad el martes pasado. Había ido a cenar a su casa y durante la sobremesa, como habíamos bebido mucho, me dieron ganas de ir al baño. Me levanté con la confianza de siempre para dirigirme al excusado, pero me detuvo, invitándome a hacerlo en un aseo que tiene escondido en las profundidades del pasillo (es una casa antigua). Al ver mi cara de extrañeza no tuvo más remedio que confesar. Y no es que le molestara que la taza hiciera un análisis de mis fluidos, sino que el aparato los confundiría con los suyos porque es un retrete inteligente, sí, pero no tanto como para distinguir una orina de otra.
Me fui a casa con este nuevo concepto, el de retrete inteligente, dando vueltas en mi cabeza. ¿Qué era lo que me molestaba de esa idea? ¿Acaso prefería un retrete tonto?, me pregunté. El asunto me desveló y tuve que levantarme y dar unas vueltas por la casa para calmarme un poco. En un par de ocasiones, entré en el cuarto de baño y contemplé la taza de mi retrete con piedad, pero con amor también. Me gustaba que fuera tonta porque, me dije, ¿cómo iba a atreverme a hacer mis cosas sobre ella sabiendo que era inteligente? Tengo por la inteligencia un respeto que me limita mucho.
A los pocos días, comiendo en casa de otro amigo, me di cuenta de que utilizaba una cuchara un poco extraña, con el mango más grueso de lo normal. Ante mi extrañeza, mi amigo me confesó que se trataba de una cuchara inteligente. Estaba conectaba por wifi, creo, o por Bluetooth, a su ordenador, de manera que cuando terminaba de comer podía ver en la pantalla el número de cucharadas que había tomado, de donde se deducía también la cantidad de calorías. Primero un retrete inteligente y ahora una cuchara lista.
La asociación entre la cuchara y el retrete me produjo unas náuseas que me vi obligado a reprimir, claro, porque estábamos comiendo. Después imaginé cómo sería un diálogo entre esos dos objetos, el cubierto y el váter, tan perspicaces ambos. Renuncié al postre y al café y me fui a casa.

Tengo pruebas

01.11.2016 | 05:30 

Tengo pruebas
Es posible vivir mentalmente en un mundo y físicamente en otro? Sí. Tal es mi caso desde que tengo uso de razón, desde antes quizá. ¿Cómo me las he arreglado para que el desencuentro entre mis fantasías y la realidad no me desmembrara? Pactando con la realidad. La historia de mi vida es la de una negociación permanente entre el universo mental y el extramental. La negociación, observada con la perspectiva que dan los años, ha sido agotadora, pero jamás me he levantado de la mesa sin haber alcanzado algún acuerdo.
Una breve experiencia sindical de juventud me confirmó en la idea de que la vida se desarrolla en gran medida alrededor de un tablero de negociación. En una parte están tus intereses y en la de enfrente los del otro. El otro, con frecuencia, eres tú mismo, lo que pasa es que no te reconoces. El aforismo griego ´conócete a ti mismo´, inscrito en el templo de Apolos, debería complementarse con el de ´reconócete a ti mismo´. Se evitarían muchas luchas inútiles.

Las personas que más discuten son las que más se parecen. Ocurre entre los padres y los hijos; entre los maestros y los discípulos; entre los miembros de las parejas formadas por almas gemelas. ¡Ah, quien más quien menos vive en un desgarro permanente en cuyo origen hay una negociación fracasada! Cada día, desde la mañana hasta la noche, tenemos que conciliar asuntos en apariencia incompatibles.
Ved los rostros de la gente en el metro o en el autobús, intentad traspasar el tabique de su frente y descubriréis a un comité de empresa discutiendo con una representación empresarial. Hay una norma según la cual el primero que se levanta de la mesa es el que pierde. No seas tú. Mírate en el espejo de los demás y aguanta.
Volviendo a mi caso, con perdón, en la pugna entre mi fantasía y la realidad, nunca me he levantado de la mesa. Aunque parezca increíble, más de una vez y más de dos he conseguido que fuera la realidad la que tirara la toalla. ¡Mira que es difícil que la realidad se someta! Pues tengo pruebas de ello. Es más, al día de hoy, creo que he ganado yo más batallas que ella.
Está por saber quién ganará la guerra.

Estamos invadidos

29.10.2016 | 05:30

Estamos invadidos
Hay tantas clases de miedo como estrellas en el firmamento. El miedo a que no te quieran, a perder el trabajo, a no obtenerlo, a morir y a no morir, el miedo a la oscuridad, al hombre del saco, a las arañas, el miedo a los notarios y a los secretarios de Estado, el miedo al jefe y al subordinado, a que te den ganas de hacer pis en medio de un concierto. El miedo a coger un catarro tonto o una hepatitis lista, el miedo al hospital, al olor de quirófano. El miedo a papá o a mamá y a los compañeros de clase, a las escaleras que bajan al sótano, a las voces del interior de la cabeza, a las ortopedias, al análisis sintáctico y a la química orgánica. El miedo al lunes o al domingo, el miedo al miércoles o al jueves. El miedo a la asfixia, a la niebla, al bosque y al Ratoncito Pérez...
Si hubiera una pastilla para cada miedo, tendríamos tantas pastillas como estrellas hay en el firmamento. Y las confundiríamos continuamente. En vez de tomar, no sé, la del miedo a las arañas, tomaríamos la del miedo a los notarios. Pero a lo mejor ese día no necesitábamos ir al notario, por lo que nos habríamos dañado inútilmente el hígado. La sola idea de hacer daño a una víscera tan suya, tan potente, nos proporcionaría un ataque de ansiedad. En tal caso, deberíamos tomar un ansiolítico. Yo, los ansiolíticos, los tengo separados del resto de las pastillas, en un sitio especial, y siempre llevo alguno en el bolsillo.
Escribo estas líneas desde la habitación de un hotel, en la que, a punto ya de meterme en la cama, he descubierto junto a la mesilla de noche seis o siete tijeretas a las que no he logrado dar muerte porque se han dispersado al cernirse la sombra de mi zapato sobre ellas. El miedo a las tijeretas. Más que a las tijeretas, a la leyenda de que mientras duermes se cuelan por los oídos, llegan al tímpano, hacen un butrón en él y alcanzan el cerebro, donde se comen el área del lenguaje.
Inmediatamente, me he tomado un ansiolítico para pensar las cosas con frialdad y he decidido no acostarme. Tengo también miedo al insomnio, claro, pero hay miedos que desaparecen ante un miedo mayor. En la habitación de al lado, alguien, una mujer, acaba de gritar: ¡¡Tijeretas!!
Parece que estamos invadidos.

Agencia de viajes

26.10.2016 | 01:17

Agencia de viajes
Una gestora no es una cabeza, es una prótesis, y no se le pueden pedir a una prótesis, aunque sea de titanio, las prestaciones de una cabeza. Por lo que se refiere al PSOE, la prótesis ni siquiera es de titanio, sino de carne y hueso, con todas las cantidades de miedo, incertidumbre e inseguridad de las cabezas hechas con ese material. Hay días en los que uno se levanta de la cama, observa el panorama y cedería las responsabilidades de su cabeza a una gestora. Hoy mismo, un servidor se habría quedado en la cama porque llueve sin piedad y porque siendo el tercer día que llueve sin piedad afuera, ha comenzado misteriosamente a llover dentro. Hoy, si en vez de ser una persona física, servidor de ustedes fuera un partido político, habría dimitido para que una gestora resolviera por mí. Pero las personas físicas no podemos permitirnos ese lujo. Podemos aspirar como mucho, a que una gestoría nos resuelva el papeleo del carné de conducir o a que una agencia de viajes se ocupe de sacarnos los billetes para Valladolid, donde tenemos un compromiso ineludible.
Ahora bien, lo verdaderamente serio, hemos de resolverlo de forma personal, con la cabeza que llevamos sobre los hombros. Hablando de agencias de viajes, se nos ocurre que quizá el PSOE, por equivocación, sustituyó a Sanchez por un negocio de este tipo en vez de por una gestora como Dios manda. De hecho, a las 24 horas del magnicidio, el exsecretario general ya tenía billete para EE UU, donde se le perdió la pista durante unos cuantos días. De otro lado, visto lo que han tenido que moverse durante este tiempo los líderes regionales, se pregunta uno cómo logran coger tantos trenes y aviones si no es con una organización especializada en diseñar trayectos.
Eso por lo que se refiere a los desplazamientos físicos. De los desplazamientos morales se ocupa Susana Díaz, aunque, dados los resultados del último comité federal, con una eficacia relativa. En otras palabras: 139 votos a favor de la abstención, y 96 en contra. Significa que no solo funcionan con una prótesis, sino que está averiada, como un brazo ortopédico al que le afectara la humedad. Y es que, ya lo insinuábamos al principio, donde esté una cabeza, que se quiten todas las gestoras. Es urgente, pues, dar con una.

Cul de sac

25.10.2016 | 05:30

Cul de sac
Ignoro a qué urbanista se le ocurrió la creación del callejón sin salida, pero lo cierto es que, a la vez inventarlo, creó una metáfora de amplio espectro. El PSOE, dicen, está en un callejón sin salida. Si facilita el Gobierno de Rajoy, malo. Si no, malo también. Podría darse la vuelta y regresar al punto de partida, que es lo que hace uno cuando se encuentra en una de estas situaciones, pero no, porque a lo que se enfrenta la gestora de los socialistas es a un híbrido entre callejón sin salida y pasillo sin retorno.
El pasillo sin retorno, característico de los aeropuertos, es aquel que no te permite regresar una vez que has atravesado su primera puerta. La combinación de callejón sin salida y de pasillo sin retorno es diabólica tanto en la vida real como en la imaginaria. Dan ganas de desmayarse para que vengan a hacerse cargo de uno.
Escuché decir a Guillermo Fernández Vara que la abstención, con el desbloqueo consiguiente del actual escenario político, les daría tiempo, ya en la oposición, para reorganizarse y decidir cuál debería ser la postura de la socialdemocracia frente a los retos de la economía financiera del siglo XXI. Como si no lo hubieran decidido ya. De ahí precisamente su caída y su más que previsible desastre si propiciaran unas terceras elecciones. Parece evidente que el PSOE, desde las últimas debilidades de Zapatero y hasta nuestros días, ha optado por contemporizar con los mercados financieros. ¿A qué atribuyen, si no, su desprestigio? ¿Qué objetivo perseguía, en caso contrario, el golpe de Estado contra Pedro Sánchez, partidario de crear una mayoría de progreso?

Callejón sin salida y pasillo sin retorno. Una combinación mortal en la que infinidad de contribuyentes se encuentran en la vida cotidiana.
Ahora que empieza el frío, muchas familias se ven ante el dilema de comer o de encender la calefacción. O se mueren de frío o se mueren de hambre. La pobreza avanza, víctima también del callejón sin salida y del pasillo sin retorno. Significa que en el muro compacto del callejón se ha abierto de súbito una puerta que conduce al pasillo sin retorno. El pasillo sin retorno conduce a más pobreza, a más recortes de servicios esenciales, a mayor confusión ideológica.
¿Europa como cul de sac?

Un despiste caro

19.10.2016 | 05:30

Un despiste caro
El Banco de España sabía lo de Bankia y se lo calló. Como un mecánico enemigo que te entrega el coche sin frenos, para que te estrelles. El Banco de España sabía que Bankia no tenía frenos y que Rato carecía de carné de conducir, pero no hizo nada, no dijo nada, pese a los pobres accionistas que viajaban en el autobús y a los contribuyentes que pagaríamos los platos rotos. ¿Corrupción? Claro, otra forma de corrupción, pero más de lo mismo a fin de cuentas. Lo increíble es que el término antisistema contenga la carga peyorativa que contiene.
¿Se puede estar a favor del sistema? Bueno, es tanto como ponerse al lado de toda la basura que nos sirve cada día el telediario. Rato, he ahí un hombre del sistema. Blesa, he ahí un hombre del sistema. Ana Mato, he ahí una mujer del sistema. No tenemos espacio para hacer la lista completa de los asistentes a la boda de la hija de Aznar.
Aquí conviene recordar que el PP, que es el partido por antonomasia del sistema, intentó anular el juicio en el que se sienta Correa. ¿Por qué? Porque quería salvar al sistema, evidentemente. Pongámonos en esa tesitura, que ya ha sucedido en otras ocasiones. Supongamos que los magistrados hubiesen suspendido el juicio por las razones que aportó el abogado del PP. Hoy El Bigotes estaría de juerga. Solo nos queda esperar que los jueces de la Gürtel y de las black y del asunto que acabamos de conocer de Bankia sean jueces antisistema, porque del sistema no cabe esperar nada, está más podrido que un solomillo crudo al sol.
¿No ven ustedes, en las imágenes de los telediarios, la cantidad de moscas de abdomen metalizado que zumban alrededor de los maletines oscuros? De modo, decíamos, que la inspección del Banco de España avisó de la estafa que estaba a punto de perpetrarse en Bankia y todos, incluido su gobernador, miraron hacia otro lado. Demasiada gente del sistema desviando la vista, ¿no? Sí, de hecho, todo el sistema estaba con las manos en los bolsillos y silbado hacia arriba, con expresión de despiste. Un despiste de más de veinte mil millones que tuvimos que aportar usted y yo. La próxima vez que alguien del sistema tache a un adversario de antisistema, ya sabemos a quién hay que votar. Gracias por aclarárnoslo.

Un minuto de silencio

18.10.2016 | 05:30

Un minuto de silencio
¿Qué hacer? ¿Pierdo la mañana siguiendo en directo los testimonios de los inculpados del caso Gürtel, o espero a los resúmenes de radios y periódicos? Prendo la radio (qué hermosa expresión, la de ´prender la radio´). Prendo la radio, pues, y comienzo a escuchar la intervención de Correa, don Vito para sus subalternos. Le piden 125 años de cárcel, un siglo y cuarto, pero él está tranquilo, recién lavado y planchado según compruebo por las fotografías. Imagino cómo estaría yo frente a esa perspectiva.
Pongamos que dejaran los 125 en 75, en 50, da lo mismo, en 30, incluso en 10 o 12. Después de imaginármelo, he de reconocer que tengo poco carácter, poco temple. Quizá por eso salí como salí, es decir, como una persona de orden. Correa, que va de Armani, supongo, dice que es un empresario. Afirma que regaló un coche a Sepúlveda, y luego otro, además de hacerse cargo de los viajes de la familia a través de su agencia y de pagar los cumpleaños o primeras comuniones de los niños, que sin saberlo, pobres, comulgaban con el pecado mortal de sus papás.
Correa dice que todo eso es corriente en el universo empresarial. Pasa por encima de ello como si careciera de importancia. Habla como un catedrático, nada que ver con la chulería a que nos tenía acostumbrados. Luego empieza a meter paja y me pierdo, desconecto, aunque el soniquete de su declaración tampoco me permite concentrarme en otra cosa. Sin atreverme a apagar la radio, por si saltara la liebre, doy vueltas por la prensa digital, donde leo que Alemania pretende prohibir el motor de explosión, del que mi padre, recuerdo, estaba enamorado.
En Internet abundan las infografías animadas en las que se explica su funcionamiento. El motor del Jaguar de Sepúlveda tenía, tiene, un motor de explosión. Si Ana Mato no fue capaz de verlo, debería haberlo escuchado. Suena como la seda, como el rumor lejano de las olas del mar.
No es raro que Sepúlveda se encariñara con ese automóvil. La desaparición del motor de explosión, que funciona como el corazón humano, marcará una época, aquella a la que pertenecimos mi padre y yo. Apago la radio y guardo un minuto de silencio.

Digo yo

15.10.2016 | 05:30

Digo yo
Uno de los implicados en la Gürtel, no me viene ahora el nombre, confesó que en un restaurante le dieron un sobre con 150.000 euros que se fue a contar al cuarto de baño. Hay momentos en los que conviene detener la película para meditar unos instantes. Trato de imaginarme a mí mismo en esa tesitura, signifique lo que signifique tesitura. Me encuentro en un restaurante de lujo. He compartido con el tipo del sobre unas entradas exquisitas y de plato principal he pedido un besugo a la espalda. Solo el vino, blanco, cuesta 40 euros.
Disfruto de los manjares que me ofrecen, claro, pero toda mi atención está puesta en los postres, cuando el chorizo con el que comparto mesa y mantel me hará entrega del sobre. No sé dónde lo lleva, si en la cartera o en el bolsillo. En el bolsillo, pienso, abultaría demasiado.
Yo soy un delincuente también, pero he venido arreglándomelas para no reconocerlo, para no confesármelo. Mi familia no sabe nada. Lo hago todo por ellos. Colegios privados, club de golf, automóviles de alta gama, segunda residencia? Lo que mis padres no me pudieron dar. Existe un tipo de ceguera en la que el afectado no se da cuenta de que ha perdido la vista. Ello es posible porque, al tiempo de perderla, pierde también la capacidad de advertir que algo va mal. Cosas del cerebro. Yo he perdido la capacidad de darme cuenta de que soy un delincuente. De hecho, estoy rodeado de gente de bien, de personas de orden. Observen a los sujetos de la Gürtel: exministros, exalcaldes, empresarios. Todos bien vestidos, muchos de ellos de misa diaria. Y de derechas, lo que también es una garantía a la hora de juzgar la probidad de las personas.
Me veo en el espejo al afeitarme, y lo que encuentro al otro lado es un señor que ha sabido salir adelante en la vida. Que se lo ha tenido que trabajar, claro, pero mira esta casa de lujo, mira estos hijos sanos, mira esta esposa y compañera con la que mantengo la misma relación que cuando éramos novios. Ahora bien, llega el momento de retirarse a los servicios del restaurante y contar la pasta de forma clandestina. Quizá en la cabina de al lado hay alguien haciendo caca. En ese instante, el delincuente debería haberse dado cuenta de lo que ocurría. Y rectificar.
Digo yo.

Faltas de ortografía

11.10.2016 | 05:30

Faltas de ortografía
Se da por hecho que el PP obtendría mejores resultados en el caso de unas terceras elecciones. Pero se dan por hechas tantas cosas que luego no suceden... Si lo piensas, la mayoría de las cosas no suceden. Hay un universo paralelo de lo no sucedido, un universo invisible como la materia oscura, que ocupa el 80% de la materia. Debería escribirse una historia de la humanidad desde el punto de vista de lo que no sucedió. Nos quedaríamos asombrados. Fíjense en Colombia, por citar un caso reciente. Lo que no ha sucedido allí es enorme, y no lo digo yo, lo dicen los analistas.
Ahora Uribe y Santos se han reunido para desbloquear la situación. Llaman desbloquear a la posibilidad de que las cosas que han ocurrido desocurran. En Inglaterra también intentaron que el Brexit no hubiera sucedido, y Pedro Sánchez no hace más que darle vueltas en su ataúd a lo que ocurrió para que aquel sábado maldito sucediera esto en lugar de lo otro.
Rajoy lucha con todas sus fuerzas para que se anule el juicio de la Gürtel y queden en libertad sus tesoreros, además de Correa, y El Bigotes y los asistentes a la boda de la hija de Aznar. Quizá Aznar preferiría que su hija no se hubiera se casado, no al menos bajo los auspicios de Felipe II, que era un sujeto con mal fario. Vivimos instalados, en fin, en la frontera entre lo que sucedió y lo que no sucedió. Lo que no sucedió fue con frecuencia hijo de lo que iba a suceder porque lo decían las encuestas y porque yo me lo merezco. Yo me lo merezco, sí, de acuerdo, pero no me tocan los euromillones. ¿Por qué no me tocan, pese a las corazonadas que me conducen cada martes a las dependencias de las Loterías y Apuestas del Estado? Porque, si me tocaran, se rompería el equilibrio entre lo que sucede y lo que deja de suceder, que viene a ser como si la materia oscura, de repente, se hiciera visible. No podríamos caminar porque lo ocuparía todo.
De manera que menos certezas, menos certidumbres y más cuidado con las encuestas. Las encuestas son intuiciones razonadas, pero la razón tampoco triunfa siempre. En el mundo hay más cantidad de desrazón que de razón. Significa que en unas terceras elecciones el PP podría sufrir un descalabro. Nada está escrito, y la mayoría de lo escrito tiene faltas de ortografía.