Decisiones inéditas

21.09.2017 | 05:30
Metí en el congelador una botella de vino blanco, me olvidé de ella y se congeló. Pregunté en internet si me la podía beber, me dijeron que sí y me la bebí. Yo todo se lo pregunto a internet. Ayer mismo le pregunté qué rayos era una metaherramienta y acabé leyendo un artículo sobre el cuervo de Nueva Caledonia, capaz de utilizar algunas herramientas para fabricar otras, que es lo que define a la metaherramienta. Cuando preguntas, además de averiguar lo que buscas acabas encontrando lo que no buscabas, que con frecuencia es más interesante. He adquirido con el cuervo de Nueva Caledonia una familiaridad que no estaba en mis planes intelectuales ni afectivos. Cada vez que salgo al campo y veo a un cuervo, aunque sea de aquí, lo veo con unos ojos diferentes. Me ha cambiado la perspectiva sobre estos pájaros y sobre los pájaros en general. Por eso, a todo el que esté dispuesto a escuchar, le animo a que pregunte. La oración interrogativa es uno de los grandes inventos gramaticales de la humanidad. En cierto modo, es una metaherramienta especulativa, puesto que sirve para fabricar otras herramientas de carácter mental.
No hay pregunta que no conduzca a otra. En el instante de cuestionarse el asunto más nimio, el ser humano funda un rosario de interrogantes que le conducirá, si no al estudio de las costumbres del cuervo de Nueva Caledonia, a las consecuencias de la revolución agrícola, por ejemplo. Y yo les aseguro que alguien capaz de hablar con cierto fundamento del paso del cazador-recolector al agricultor estable durante el neolítico, es alguien a quien conviene escuchar, porque al tiempo de contarnos ese paso, está contándonos, como sin darse cuenta, nuestra vida. Todos, a lo largo de nuestro crecimiento, hemos tenido algo de cazadores-recolectores hasta que descubrimos las ventajas de la huerta de tomates y lechugas en el jardín de casa.

La capacidad de preguntar, si lo piensas, es fabulosa, mucho más que la de contestar. Se aprende más preguntando que contestando. Los políticos deberían ir a la tele a preguntar al público en vez de a ser preguntado por él. De este modo, volverían a casa asombrados de lo aprendido y al día siguiente tomarían decisiones inéditas.

Échense a temblar

18.09.2017 | 05:30
Un hombre de su tiempo, en los tiempos de la esclavitud, era esclavista. No sé si con esto está dicho todo, pero los desarrollaremos, por si acaso. El problema de nuestro tiempo es que está lleno de hombres de nuestro tiempo que creen, pongamos por caso, en el interés compuesto. Cuando tengamos perspectiva suficiente para observar el interés compuesto como hoy observamos la esclavitud, nos echaremos las manos a la cabeza.
„¿Cómo lo permitíamos? –nos preguntaremos espantados.
Todo esto viene a significar que para que la humanidad progrese es preciso que florezcan hombres (y mujeres, me di cuenta en la primera línea de que el genérico no alcanzaba) que no sean de su tiempo. Hombres y mujeres accidentales. Lo digo en el sentido en el que los ornitólogos llaman «pájaro accidental» al que aparece en el lugar erróneo y en la estación equivocada. Ese pájaro, que es un inadaptado, tiene muchas posibilidades de morir. Pero si sobrevive habrá inaugurado un tiempo nuevo para los de su especie. De modo que cuando oigan ustedes decir de un banquero, un político, un escritor (vale decir una banquera, una política, una escritora), como un halago, que son personas de su tiempo, pónganse a temblar. Esta gente habría estado con la Inquisición en la época de la Inquisición, con Hitler en la época de Hitler, y con los geocentristas en la época del geocentrismo. No hay personas más peligrosas que las de su tiempo.

Y tal es nuestro problema actual, que estamos rodeados de gente de nuestro tiempo. Trump es un hombre de nuestro tiempo, Mario Draghi es un hombre de nuestro tiempo, Rajoy es un hombre de nuestro tiempo, Macron es un hombre de nuestro tiempo, Christine Lagarde es una mujer de nuestro tiempo, Theresa May es una mujer de nuestro tiempo, Ana Patricia Botín es una mujer de nuestro tiempo. Se trata solo de un ramillete de hombres y mujeres de nuestro tiempo, el primero que se nos ha venido a la cabeza. Todos y todas desarrollan políticas económicas y actitudes personales de nuestro tiempo. Son tantos, en fin, y tan agresivos que uno tiene que disfrazarse de ellos para no ser esclavizado, vendido, torturado o invadido.

Tú también

16.09.2017 | 00:11
Envejecer es como acostumbrarse a la oscuridad. Te pones a leer a las tres de la tarde, por ejemplo, una novela apasionante junto a la ventana de tu cuarto de estar, y mientras pasas las páginas, el sol declina y la habitación se enluta sin que te des cuenta, pues tus ojos van adaptándose a la pérdida paulatina de la luz. Solo cuando ya es prácticamente de noche, se te ocurre encender una lámpara y entonces te das cuenta del tiempo que llevabas leyendo a oscuras. Si en plena vejez, encendiéramos la luz o, lo que es lo mismo, regresáramos de golpe a los 20 años, repararíamos en los estragos de la edad. Al no poder hacerlo, tampoco somos conscientes de las capacidades perdidas, ni de las habilidades adquiridas. Envejecer es como acostumbrarse a la oscuridad. El día que la oscuridad deviene total, tampoco te enteras porque estás muerto.
Hay otro asunto curioso, y es que no se envejece de manera lineal. No todos los días o todos los años de la vida se baja un escalón. A veces se suben dos, aunque luego se bajen tres. Hay gente que está mejor de salud entre los sesenta y los setenta que entre los cincuenta y los sesenta. Tarde o temprano todo el mundo se muere, pero en el viaje hacia la tumba hay retrocesos considerables, como si en vez de coger la autopista, se pudieran elegir caminos secundarios con vueltas y revueltas capaces de retrasar y de invertir incluso, siempre de forma temporal, el proceso. Esto se debe al hecho de que en el camino hacia la vejez no solo interviene la biología, sino también la mente.
Hasta los médicos más biologicistas recurren en alguna ocasión al término psicosomático para explicar un malestar sin causas físicas aparentes.
-Lo suyo es psicosomático.
Nadie, sin embargo, explica el bienestar desde ahí.
-Tiene usted una salud psicosomática a prueba de bombas.
Mal hecho. La mente puede ser un acelerador o un retardador del envejecimiento. Tanto o más que la vitamina D, ahora tan de moda. Por cierto, que se me ha hecho de noche casi sin darme cuenta. Así, tú también te harás viejo.

Atroz

12.09.2017 | 05:30
Lo de Cataluña produce más palabras de las que podemos leer, incluso de las que somos capaces de escuchar. Hay una inflación verbal que quita valor a las frases como la inflación económica resta valor al dinero. Cada día que pasa, las frases valen menos, aunque las selecciones de los medios más prestigiosos o de las firmas más lúcidas. Cuando el discurso sobre cualquier asunto se devalúa, el asunto pierde fuelle también. Nadie es capaz de leerse un sumario judicial de veinte mil folios, pero sí una novela de cien páginas sobre ese sumario. La diferencia entre el sumario y la novela está en el arte. El sumario no lo tiene; la novela, sí. Lo de Cataluña comienza a adquirir el tamaño colosal de un sumario con su lenguaje reiterativo y aburrido. Todos los artículos, dentro de su variedad, son el mismo artículo; todas las opiniones, dentro de su pluralidad, son la misma opinión. Aquí nos referimos a la sustancia, no a la forma. La sustancia de fondo es pegajosa, impregna cualquier información, no importa su tendencia o el medio en el que se difunda. Viene a ser como si usted mezclara el jamón de jabugo con el pescado. El jamón sabría a salmonete.
Los expertos en vino llaman retrogusto a la permanencia de un sabor en el paladar. El retrogusto de las informaciones sobre el asunto catalán es de pescado. ¿Cómo es posible, se preguntarán muchos, cuando se trata de un suflé? Pues por la misma mezcla a la que nos referíamos antes. Cuando uno carga mucho el carrito de la compra, los huevos se rompen, la merluza sufre un aplastamiento que se traduce en una pérdida de jugo, y la fruta madura se descompone. No importa que haya comprado usted el mejor chuletón de buey de la carnicería: su sabor de fondo será una mezcla indistinguible de todo lo demás.

Es lo que ha sucedido con el carrito de la compra intelectual en el que hemos ido introduciendo informaciones varias sobre Cataluña: que lo hemos llenado hasta los topes y lo dulce se ha mezclado con lo salado y lo blando con lo duro. No nos sabe a nada. O, peor aún, sabe a pescado rancio y huele a rayos. Aunque es cierto que unas palabras están más podridas que otras, el conjunto resulta atroz. Necesitamos una novela corta sobre el tema.

Deportes

11.09.2017 | 05:30
Uno va de pie, en el metro, manejando con dificultad las páginas rebeldes del periódico. Ahí está uno, obsérvenlo, rodeado de infinidad de unos. Decía Sartre que el infierno son los otros, pero aquí solo hay unos. Los otros no viajan en metro. Los otros tienen coche oficial con chófer.

Entonces, cuando uno lee que España tiene el doble de millonarios que antes de la crisis, levanta la mirada de la página para facilitar el tránsito del titular por el duodeno de la mente (de ahí viene el colon irritable). Pero resulta que al levantar la vista su mirada se cruza con la de otro uno (valga la contradicción entre otro y uno) que a siete o diez cabezas de él acaba de leer el mismo titular y trata de asimilar el golpe. De modo que España tiene el doble de millonarios que antes de la crisis. Los dos unos se observan, comprenden la coincidencia que les acaba de ocurrir y telepáticamente se dicen:

No puede ser.

Pero sí puede ser. El doble de millonarios que antes de la crisis, lo que coincide con la multiplicación de los pobres, que también han sufrido un crecimiento enorme. Si creemos en la teoría de los vasos comunicantes, lo que se ha producido es una transferencia de renta de las clases medias y bajas hacia las altas. Cuanto más sacan los ricos de su vaso, más ciudadanos son expulsados hacia los márgenes del sistema

¡Caramba!

Debería tratarse de una noticia que movilizara a las masas, que produjera una vergüenza colectiva insoportable, que descalificara sin duda alguna, y para la historia, la política económica de los últimos años. De modo que la crisis ha consistido en que parte de los ahorros y de los salarios de la gente humilde han ido a parar a las faltriqueras de los millonarios.

¡Caramba!

Usted, que es uno de los dos unos cuyas miradas se acaban de encontrar en el vagón del metro, dice ¡caramba! no porque no sea capaz de pronunciar interjecciones de extrañeza o enfado de mayor calibre, sino porque se encuentra atónito (sin tono). Entonces, intercambia otra mirada de impotencia con su interlocutor telepático e intenta llegar desesperadamente a las páginas de Deportes.

Convicciones

09.09.2017 | 05:30
Vi hace poco en el telediario un vídeo donde un policía norteamericano le decía a una mujer a la que acababa de detener que no tuviera miedo, pues no pensaba disparar.
–Solo matamos a los negros– añadió.
Pensé en la época, no tan lejana, en la que los negros, en el cine, solo podían hacer de negros. Ahora ya pueden hacer, qué sé yo, de ingenieros. Sin embargo, cuando los detiene la policía por un problema de tráfico solo pueden hacer de muertos. Las minorías, sean del tipo que sean, tienen muchas limitaciones. Hasta Juego de Tronos, los enanos, en las películas, solo podían hacer de enanos. El enano de esa serie es la excepción a la regla. Cuando en una playa nudista se introduce un tipo con bañador, se convierte automáticamente en el 'textil' de la zona. Creo que 'textil' se está convirtiendo en el antónimo de nudista, lo escuché no sé dónde. Pues bien, ese hombre con bañador puede estar dotado de un sinfín de virtudes o de defectos curiosísimos, pero nadie se acercará a él para interesarse por su formación cultural o sus habilidades culinarias. Será un 'textil', y punto. Del mismo modo, si en una playa de textiles se colara un nudista, devendría inmediatamente en 'el nudista', aunque fuera también Premio Nobel de Física. Aficionados que somos a las reducciones, sobre todo desde que nos hemos entregado a la cocina. Siempre me sorprende escuchar el término 'reducción' en los programas de gastronomía de la tele. Reducción al vino blanco.
Las que más nos gustan, no obstante, son las reducciones al absurdo. Escuché en la radio a una mujer que tenía un hijo autista. Intentaba, la pobre, que no se hiciera lo que yo acabo de hacer: decir que alguien es autista en vez de decir que tiene autismo. Si es autista, en el cine solo podrá de hacer de autista como los negros, en los altercados con la poli, hacen de muertos. Las etiquetas reducen y reducen precisamente al absurdo. Pero parece que no podemos vivir sin ellas ni sin los alfileres con los que clavamos al insecto disecado en el corcho. Clasificar nos chifla, nos proporciona tranquilidad, nos confirma en nuestras convicciones. En nuestras convicciones de mierda.
–Señora, no sufra, solo matamos a los negros.

Idealismo idiota

06.09.2017 | 09:52
La mayor amenaza contra el libre comercio es el libre comercio. Por eso se persigue tanto a los manteros y a los vendedores de mojitos en las playas, no por la materia fecal, que la materia fecal está en todas partes, sino porque la venden de manera libre. Significa que la expresión "libre comercio" es un invento para disfrazar y defender los monopolios. A poca historia que se estudie, uno descubre que los que se llaman partidarios del libre comercio son absolutamente proteccionistas cuando las cuentas no les salen. La lucha entre el liberalismo y el proteccionismo es más ficticia que real sin consideramos que los temperamentos liberales son los que se comportan en la práctica de forma más proteccionista. Hagan cuentas de lo que nos ha costado a los españoles en los últimos años salvar a la banca liberal y comprenderán de qué hablamos cuando hablamos de amor.

Libre comercio, sí, pero con reglas - dicen cuando se trata de perseguir a cuatro manteros.

Ya conocemos las reglas y lo que hemos pagado por mantenerlas. También sabemos de qué modo el llamado libre comercio ha arruinado a comunidades enteras de campesinos y ganaderos de todas las partes del mundo. Cuando escuchamos que se va a firmar un nuevo tratado de libre comercio entre dos potencias mundiales, nos echamos a temblar, porque seguramente no tiene otro objeto que el de condenar a muerte al pobre campesino de Ecuador, por poner el ejemplo de un país que podría ser la despensa de media humanidad.
El mejor tratado de libre comercio debería ser el que no se firma, pero eso -nos dirán- es una forma de idealismo idiota, ya que las cláusulas más importantes de estos tratados son las que vienen en el apartado de las restricciones. Ahí, en las restricciones, es donde nos encontramos al mantero y al vendedor playero de mojitos, como si nunca hubiéramos encontrado una rata muerta en el fondo de un bote de refrescos de una marca importante. Todo ello por no hablar de la materia fecal que, en forma de productos bancarios, nos han estado vendiendo los partidarios del libre comercio a los que hemos tenido que rescatar con nuestro IRPF.

Las lumbares

04.09.2017 | 05:30
Desenterrar y exhumar significan lo mismo, pero Stephen King, de escribir en español, utilizaría desenterrar, que suena más truculento. Preferiría también enterrar a inhumar, porque inhumar parece un eufemismo. Se inhuma a los Papas, pero a las personas corrientes se nos entierra y se nos desentierra. La incineración ha venido a librarnos de todo ese trajín. A Dalí, mayormente, lo han desenterrado. Lo acabo de comprobar ojeando titulares de prensa en internet. Fueron pocos los periodistas que lo exhumaron, pese a su vocación papal. Desembocamos en septiembre con la impresión de hallarnos en un proceso de desentierro colectivo. Los españoles somos muy de enterrarnos y desenterrarnos, mucho más que de inhumarnos y exhumarnos. Somos un poco brutos, en fin, nobles, pero brutos. Lee uno la prensa de estos días y todas las rencillas políticas o sociales le suenan a otras épocas. Como si, en vez de estrenar el otoño, que sería lo suyo, estuviéramos desenterrándolo. Septiembre se nos aparece así, más que como un recién nacido, como un cadáver cuyo rostro hubiera quedado al descubierto por la erosión de las últimas granizadas.
No sabemos qué dirá el análisis del ADN de Dalí, ni nos importa mucho, la verdad, pero el ADN español vuelve donde solía. Estábamos yendo hacia Europa a velocidades de vértigo, cuando Europa comenzó a retroceder hacia España y nos encontramos en el centro, atónitos. Habría que exhumar las viejas y románticas ideas que teníamos acerca de Europa, seguramente falsas. La Europa de las catedrales, de las universidades, de la cultura con fundamento. La vieja Europa. Pero no va a ser fácil con Macron en el Elíseo. La grandeur francesa ha devenido en rímel para las pestañas y coloretes para las mejillas. Todo ello muy caro y muy barato a la vez. Muy caro desde el punto de vista económico y tirado desde una perspectiva moral.

Con el desentierro de septiembre, regresa el otoño caliente de toda la vida. La lucha por lo obvio. Fíjense en las camareras de hotel, las kellys, que a juzgar por lo que les duelen las lumbares, parece que desentierran cada mañana a los clientes en vez de hacerles la cama. Solo piden un salario como Dios manda. Pero Dios está enterrado. O inhumado, ahora no caigo.

No es plan

02.09.2017 | 00:52
El cambio climático ha llegado a nuestro dormitorio. No al mío y al de mi cónyuge, que también, sino al dormitorio de todos en general. Hasta ahora, se trataba de algo que ocurría ahí fuera. Salías de casa y lo notabas enseguida porque en el invierno ya no necesitabas abrigo y en verano, aunque te fueras al norte, podías prescindir prácticamente del paraguas. Pero un día te metiste en la cama y resulta que la temperatura o la humedad no se correspondían con la hora, ni con la época. ¿Qué ocurría? Que te habías acostado con el cambio climático. Significa que ya no era un concepto, sino un compañero de cama. Cuando las ideas abstractas se cuelan en el domicilio particular devienen en concreciones amargas. Así, el dicho según el cual toda familia guarda un cadáver en el armario tiene gracia mientras no pasa de refrán. Cuando da el salto de frase hecha a hecho consumado, mal asunto. Si llaman de madrugada a tu puerta, será la policía, no el lechero.
El cambio climático se puede seguir en directo. Te sientas a ver el telediario de la noche y ves cómo el granizo y la lluvia azotan el tejado de tu propia casa, incluso puedes verte a ti mismo achicando el agua de los bajos mientras dices a la cámara que esto no había pasado nunca. Cuando pasa lo que no había pasado nunca, te ves obligado a realizar unos ajustes mentales en los que la realidad suele ganar el pulso. El pensamiento de que a no mucho tardar media España será un desierto ha abandonado de súbito el mundo de las ideas para trasladarse al mundo de las cosas. La relación entre el mundo de las ideas y el de las cosas ha sido conflictiva desde Platón. No es lo mismo un temporal imaginado que un temporal sucedido. Hasta ahora vivíamos en el mundo de los imaginados, pero eso se acabó.
El primo meteorólogo de Rajoy debería tomar nota y asesorar bien al presidente del Gobierno. Nosotros no tenemos ni idea del asunto, somos de letras y siempre hemos mirado la sección de El Tiempo de los telediarios como una curiosidad repleta de isobaras y presiones atmosféricas. Nos gustaba la familiaridad adquirida con el anticiclón de las Azores. Pero es que el anticiclón se nos ha metido en la cocina. Y no es plan.

Que lo embalsame

30.08.2017 | 05:30
Macron, nuestro héroe político y sentimental, se ha gastado 26.000 euros de dinero público en maquillaje y maquillador durante los primeros tres meses de su mandato. Hagan cuentas. Ocho mil y pico euros al mes, no tengo tiempo ahora de calcular cuántos salarios mínimos porque escribo deprisa, deprisa, urgido por la intensidad informativa de nuestro tiempo, donde las categorías y las anécdotas se revuelven en la gusanera de la asquerosa actualidad. Un insecto pequeño recorre el teclado de mi ordenador, evitando las teclas sobre las que caen mis dedos y escribiendo a la vez, como sin darse cuenta, un artículo alternativo en el que se caga en todo, que es lo que me gustaría a mí esta mañana de bruma, cagarme en todo. No puedo hacerlo, sin embargo, primero porque yo formo parte de todo y segundo porque estilísticamente quedaría mal. Un martes le encargué a un alumno del taller de escritura que escribiera un texto contra el caldo de pollo y el miércoles nos leyó lo siguiente: «Me cago en el caldo de pollo».

El texto era magnífico desde el punto de vista del encargo, quién lo duda. Pero le faltaba elaboración. Tal es el peligro de nuestros días, la falta de elaboración por las ganas de cagarnos rápidamente en todo. Y es que lo de Macron, nuestro héroe político y sentimental, es una categoría, aunque haya ido a parar al cajón de las anécdotas. Significa que hay que ser un auténtico desgraciado para querer llevar a cabo en Francia una reforma laboral como la que Rajoy perpetró en España y gastarse a la vez 26.000 euros en afeites. Hay que ser un perfecto sinvergüenza, un tipo sin escrúpulos, un desfachatado, seguramente un facha. ¿En qué rayos pensaba este sujeto mientras le ponían en la cara los colores que ha sacado a todos los que recomendaron votarle? ¿Continúa habilitado un cínico de tal calibre para gobernar Francia? Sin duda, no, pero él no ha venido para gobernar, sino para hacer el caldo gordo a los poderes financieros. Me cago en el caldo gordo.
Fuentes del Elíseo aseguraron que existe la voluntad de reducir sustancialmente esa tarifa. Pues nos cagamos también en las fuentes. Que sigan pagando lo mismo al maquillador, pero que lo embalsame. Punto.