Cólera
Juan José Millás 31.05.2017 | 05:30No lo sabemos. Lo cierto es que abandonó al herido y huyó. Horas después, al enterarse de que la policía seguía su pista gracias a la descripción de los testigos, se presentó de forma voluntaria y lo detuvieron, claro. Ahí debe de estar, en el calabozo, jugando a rebobinar los últimos días de su existencia, imaginando cómo actuaría ahora, conociendo el final de su hazaña. Quizá se vea deteniéndose amablemente frente al paso de cebra. Tal vez no, tal vez en su fantasía se salta el paso de peatones, pero sigue su camino sin prestar atención a los gestos de protesta del anciano, al que aún puede ver por el retrovisor. De las fantasías de la víctima no podemos aventurar nada: está muerta. Un abrazo a su familiares, pues, y que la tierra le sea leve.
Estos días, hablando aquí y allá acerca de mi última novela, ha salido a relucir en algunas entrevistas el asunto de los futuribles. ¿Qué habría ocurrido si uno hubiera salido un minuto antes o un minuto después de casa? A veces, bastan unos segundos de diferencia para cambiar la historia. Pero lo que en este caso nos inquieta más no es el tiempo, que habría podido cambiarlo todo, desde luego, sino la rabia que había en ese chico para perpetrar un acto de esa naturaleza. ¿Dónde nace esa cólera cada vez más extendida? ¿Cómo hacerle frente?