Juan José Millás
El lector como funámbulo
31.12.2015 | 05:30
El lector como funámbulo
´El Desafío´ es en cierto modo un libro sobre lo imprevisible. Sobre lo que a usted y a mí, de fantasear con esa aventura, no se nos habría ocurrido nunca. No se nos habría ocurrido, por ejemplo, que con los cambios de temperatura la osamenta de las Torres se contraía o se dilataba ejerciendo sobre el cable de acero tendido de una a otra una presión que podía pasar en cuestión de segundos de tres a tres mil toneladas. Imaginen un estallido de esa naturaleza. Un látigo de acero atravesando el aire a la velocidad del sonido hasta detenerse contra una de las fachadas. No se nos habría ocurrido tampoco que los edificios temblaban, pues estaban dotados de una flexibilidad indispensable para hacer frente a las acometidas del aire.
Lo imprevisible, en fin, estaba al acecho continuamente. Gran parte del trabajo de Petit y de su equipo consistía en adelantarse a ello. ¿Qué pasaría si el día elegido llovía, si soplaba el viento, si la cima de las torres aparecía cubierta por la niebla, si fallaban los cálculos sobre el peso y las medidas de la pértiga con la que debía ayudarse a mantener el equilibrio? Conviene añadir a este cúmulo de dificultades el hecho de que todos los preparativos se hicieron de forma clandestina, evitando la vigilancia permanente de las Torres, a cuya azotea fue preciso trasladar un equipo tan voluminoso como pesado. ¿Cómo comunicar una torre con otra? ¿Cómo lanzar el cable que las uniera? ´El Desafío´ da cuenta de estos detalles prácticos puestos al servicio de un sueño imposible, o casi, de llevar a cabo. Su eficacia narrativa es de tal naturaleza que el lector, al final, cruza también, lleno de vértigo, el espacio que separa a las torres.