Juan José Millás
Una lágrima
22.12.2015 | 05:30
Una lágrima
Esa cabeza dice que no hay alternativa a la realidad tal como la conocemos. De ahí, por un lado, la resignación, también global, y el éxito de los apellidos vascos o catalanes, que, en clave de humor, mantienen el delirio de que somos distintos. Lo cierto es que aunque usted y yo no compartamos las claves del pensamiento único, formamos parte de él. Es un engrudo al que, nos guste o no, permanecemos ideológicamente adheridos. No sabemos si la realidad es como es o como nos dicen que es. A efectos prácticos, lo mismo da. Lo cierto es que desde que nos levantamos hasta que nos acostamos trabajamos para fortalecer y transmitir una filosofía de la existencia que perjudica seriamente la salud.
También el tabaco y la heroína la perjudican, pero hay gente que prefiere morir a desengancharse.
¿Qué ocurriría si nos desengancháramos de la mente global? Lo más probable es que se presentara en casa la policía del sistema y nos hiciera unas preguntas. Ya me entienden lo que quiero decir con lo de unas preguntas. Así las cosas, si apareciera un partido político cuya ideología estuviera basada simplemente en la sensatez, no lo votaríamos, o no lo suficiente como para que cambiara las cosas. Un partido, por ejemplo, que estuviera en contra de la explotación (que tanto nos gusta); en contra de que los sectores estratégicos de la economía siguieran privatizados (lo que, increíblemente, hemos permitido); en contra del hambre, por decirlo rápido. Ese partido sería minoritario. Un grumo en la masa gris del cerebro global. Una lágrima en el océano.