Juan José Millás
Ambientadores y anvientadores
08.06.2016 | 05:30
Ambientadores y anvientadores
Al llegar a casa, me encerré en mi estudió y abrí el bote, del que salió un aroma excesivo, no sé si a bosque, quizá a bosque en estado de putrefacción. En el interior del recipiente había una especie de gasa empapada en algo muy oscuro, como si el diablo se la hubiera aplicado en una herida infectada antes de envasarla. Al leer con más atención las instrucciones, advertí que resultaba peligroso el contacto directo con la sustancia olorosa. Estoy viendo por la tele una serie sobre ´La semilla del diablo´ que me ha sensibilizado mucho sobre los vendedores de semillas, incluido Monsanto, que estos días sale mucho en los papeles.
En todo caso, coloqué el ambientador en la estantería de los diccionarios y me puse a trabajar. Al poco, me entró un picor de garganta insoportable, acompañado de una somnolencia que no hallaba forma de combatir. Tuve varios microsueños donde me veía en medio de un bosque encantado en el que unas brujas de cuento de brujas me sacaban el hígado y se lo repartían. En uno de los despertares, reuní las fuerzas suficientes para coger el ambientador con aroma de bosque, que debería haberse llamado «anvientador con aroma de vosque» y lo arrojé a la basura.
Como digo, esto fue ayer, pero aún no he conseguido eliminar el olor.