El café
Juan José Millás 16.07.2017 | 05:30Los pequeños electrodomésticos son los duendes del hogar. Cuando la lavadora se estropea, la cambias por otra. La sandwichera vieja, sin embargo, puede rondar por la casa años, hasta la muerte de los padres. Incluso entonces hay hijos que se la llevan a su piso porque, total, no abulta nada y a lo mejor la desarmo y consigo ponerla en marcha. La diferencia entre los grandes y los pequeños electrodomésticos es que los primeros carecen de alma y los segundos no. El otro día, en una casa a la que fui a cenar, descubrí una minipimer de hacía cuarenta años. Pregunté si todavía funcionaba y me dijeron que sí, aunque a nadie se le ocurría utilizarla por miedo a que dejara de hacerlo.
Los pequeños electrodomésticos no son pequeños porque hayan nacido ayer (una minipimer, con los años, no se convierte en una Thermomix). Son pequeños porque nacen ya con esa condición en la que la insignificancia forma parte del núcleo de su identidad. Si los vendedores tuvieran más vista comercial, los llamarían electrodomésticos insignificantes. ¿Quién se resiste a adquirir una nadería? Pienso todo esto mientras recorro la línea de cafeteras del supermercado. Me las llevaría todas, pues todas, sin excepción, resultan enormemente seductoras. Por cierto, que ayer dijeron por la tele que el café, que era tan malo, vuelve a ser bueno. Bueno para la digestión, para el colesterol, para la memoria, para el estado de ánimo... El problema es con cuál de todas estas cafeteras hacerlo.