Saber caer
Juan José Millás
15.07.2017 | 05:30
El capitalismo, que estaba lleno de achaques, le ha salido el tumor
de la economía financiera. No es que no lo tuviera ya, pero le ha
crecido en proporciones exageradas. Eso no quiere decir que el
capitalismo se vaya a morir, ni siquiera a refundar. Al contrario, las
enfermedades lo hacen más fuerte. Quienes nos vamos a morir somos sus
víctimas. La información sobre la Bolsa, con la que la radio amanece
cada día, es en realidad un parte médico que despierta por igual a los
pobres y a los ricos. Las cotizaciones empiezan a subir o a bajar en
Oriente, por donde sale el Sol, y la gráfica de la fiebre recorre el
planeta hasta llegar adonde muere. Ese señor con barba de tres días que
sale de la cama en Madrid para sentarse a ver la tele, porque es un
parado de larga duración, escucha que la Bolsa está en los 10.600 puntos
y comprende que la ambición de la gráfica es alcanzar los 11.000.
Instintivamente, se pone a favor de los 11.000, que es como desear que
el termómetro alcance los 40. Hemos llegado a un punto en el que hace
más daño la salud que la enfermedad. La Bolsa, como el tabaco, mata,
pero no sabemos si mata más cuando sube o cuando cae.
A corto plazo, mata más cuando cae.
Dado
que vivimos instalados en el corto plazo, deseamos que suba, claro,
porque la vida es corta. El que venga atrás, que arree. Mientras los
doctores discuten si lo del paciente es psicológico u orgánico, el
enfermo se agita en medio de dolores insoportables. Significa que
vivimos rodeados de teorías y de sufrimiento. Pero el sufrimiento
importa poco. De hecho, a más sufrimiento ciudadano, más crece el tumor
de la economía financiera, de cuyo empeoramiento se felicitan los
gobiernos de todo el mundo. Viene a ser como la diferencia que hay entre
los que se encuentran en el frente y los que se instalan en la
retaguardia. Los generales juegan en la retaguardia con mapas teóricos
que provocan muertes reales. La economía financiera mata a los que están
en las trincheras, pero proporciona cifras muy esperanzadoras a la
gente de los despachos. De ahí que, según las autoridades, la política
económica de Montoro, por poner un ejemplo, sea un éxito. Usted y yo es
que hemos caído del lado de la economía real, que es la trinchera.