Juan José Millás
Faya por dios
16.04.2016 | 00:57
Faya por dios
No sé cómo, pero coló, de manera que durante unos cuantos años fui hijo de dos matrimonios distintos: Vicente y Avelina y Ficente y Afelina. Del primero era hijo biológico y, del segundo, adoptado. Tal era lo que imaginaba por las noches, en la cama, esperando que una de mis dos madres entrara a darme un beso en la frente.
Y he decir que no besaban igual. Avelina iba siempre con prisas, mientras que Afelina prolongaba un poco el contacto de sus labios con mi piel y luego, antes de retirarse, me daba una caricia. Cuando murió mamá, murió Avelina. Afelina continúa milagrosamente viva. Siempre quise ser adoptado.
Y bien, el profesor aquel, según el cual la uve debía pronunciarse como efe, era de Valladolid, aunque él pronunciaba Falladolid. Decía que si todo el mundo hablara bien, no nos preguntaríamos si vaca, por ejemplo, se escribía con una letra o con otra, porque al animal lo llamaríamos faca. Hizo una lista de palabras que empezaban por uve para que nos ejercitáramos recitándolas. Faso, por vaso; fida, por vida; fez, por vez; fano, por vano; faya, por vaya, y así de forma sucesiva. Los chicos, en el recreo, jugábamos a componer frases que tuvieran muchas uves, para demostrar nuestra buena pronunciación. No sabíamos que nuestro profesor estaba loco. Nadie lo sabía, ni él mismo.
Después de haber abandonado el colegio, me enteré de que había tenido una crisis que lo condujo al psiquiátrico, donde lo visité (o ficité) en un par de ocasiones. No hacía otra cosa que leer a Cervantes (o a Cerfantes) que según él coincidía con Shakespeare no solo en que ambos eran unos genios, sino en que su nombre se escribía de un modo y se pronunciaba de otro. Ha muerto ayer, a los noventa y nueve (o nofenta y nuefe) años. Vaya por Dios (o faya por Dios, según).