Juan José Millás
Para las urgencias
23.04.2016 | 05:30
La sucursal del banco de la esquina va a cerrar. Casi mejor. A mí me
descubrieron unos ahorros en el fondo de la cuenta y me llamaron para
ofrecerme unas acciones que no han dejado de caer desde entonces. Se
referían a ellas como un ´valor-refugio´, pero yo sospecho que cuando me
las vendieron ya conocían su futuro. La relación con el banco es como
el juego de la Oca: si no caes en la Posada, caes en la Muerte o en la
Cárcel. En la época de las Preferentes no me llamaron porque no tenía
ahorros, pero seguro que me habrían liado también. ¿Cómo no fiarte de
gente tan cercana? Ahora bien, si eres rico, en vez de ofrecerte
acciones moribundas, te abren en Panamá una cuenta con la que ganas lo
que la clase media pierde en los productos tóxicos. Por eso está bien
que comiencen a cerrar sucursales. Si el Banesto de Conde no hubiera
tenido tantas oficinas, tampoco habría habido tantos pequeños
accionistas estafados. Las abrió a cientos, a miles, para captar
pequeños capitales de las periferias o de los núcleos rurales. La
sinapsis entre las oficinas funcionaba mejor que mi cabeza tras la
primera calada de la mañana al Camel. Los incautos caían en la red
nerviosa mientras a Conde lo hacían doctor honoris causa. Cuando las
neuronas estallaron, miles de humildes accionistas perdieron sus
ahorros.
Ahora los grandes bancos corren riesgos porque,
paradójicamente, son pequeños. Significa, lo entendamos o no, que cuanto
más crecen, menor es su tamaño. Y a eso achacan las pérdidas que sufren
en la Bolsa. A eso y a los problemas de Brasil, que nos cae tan lejos.
Pero no pasa nada porque se van a concentrar de nuevo. Cuando dos bancos
se deciden a copular, lo primero que hacen es cerrar oficinas, para
atraerse mutuamente. En la naturaleza hay animales que desprenden
sustancias aromáticas que enloquecen al macho o a la hembra. En las
finanzas, dejan caer sucursales que huelen a despidos o a jubilaciones
anticipadas. Hay tantos ritos de apareamiento como estrellas en el
cielo. Total, que la sucursal de la esquina de mi barrio va a cerrar, de
lo que me alegro porque a mí es fácil venderme cualquier cosa. Ojalá en
su lugar pongan una tienda de chinos, para las urgencias.