Estamos jodidos
Juan José Millás
21.10.2017 | 00:08
La verdad, no sé qué es el dióxido de nitrógeno, tampoco el dióxido
de azufre, pero por la radio no dejan de referirse a ambos. Por lo
visto, flotan en la atmósfera de Madrid como una basura espacial que
cuando estás dentro de ella no la ves porque ella está dentro de ti. Has
de alejarte un poco de la ciudad y subirte a una colina para apreciar
la llamada 'boina' de contaminación. Y en verdad se trata de una boina
negra, negra como los pulmones de la ciudadanía y el alma de nuestros
dirigentes. Un verdadero chapapote gaseoso que se adhiere a nuestras
vías respiratorias como el alquitrán a las rocas marinas. Supongo que no
es un problema exclusivo de Madrid, pero en esta ciudad la mierda
alcanza concentraciones de terror. Las autoridades, en casos de extrema
gravedad, prohíben circular a más de 70 por hora y aparcar en la
almendra central. Lo cierto es que estos remedios funcionan mejor para
atenuar la culpa que para aliviar la bronquitis crónica: como el que
pasa de fumar dos paquetes diarios a uno. Aquí tenemos niños que, sin
haber encendido nunca un cigarrillo, tosen ya como viejos asmáticos. Y
todo eso, como se apuntaba más arriba, sin saber qué rayos es el dióxido
de nitrógeno. Ni el dióxido de azufre. El día que entremos para
averiguarlo en la Wikipedia, nos morimos de asco.
Y
todavía, como suele decirse, no se han encendido las calefacciones. Al
parecer, los residuos de los combustibles fósiles lo empeoran todo.
Hemos conseguido tener los pies calientes a cambio de abrasarnos las
vías respiratorias. Lo de los combustibles fósiles se sabe desde años,
pero no hay talento para promocionar las energías renovables. A veces,
incluso, las despromocionamos. De hecho, este Gobierno ha arruinado a
cientos o a miles de ingenuos que en su día invirtieron en estas formas
racionales de alimentar nuestras calderas y de poner en marcha nuestras
máquinas. No nos acordamos si fue antes o después de que Rajoy
preguntara a su primo por el cambio climático, pero lo cierto es que
este otoño nos ha pillado con la guardia baja y los incendios campeando a
su antojo por Galicia y Asturias, dos de las regiones más húmedas de la
península.